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martes, 28 de febrero de 2017

Cerithium vulgatum

Foto: V. Aparici

Estamos ante un ejemplar juvenil de un molusco gasterópodo (eso ya sabéis lo que es) muy común en nuestras costas y considerado comestible.

Es el Cerithium vulgatum y no por común deja de ser bello. Los ejemplares adultos sobrepasan los 65 mm y el animal se cierra completamente en su concha con un opérculo córneo (tapita de un material parecido al cuero).

A veces nos podemos llevar una sorpresa al coger un ejemplar muerto y descubrir que tiene inquilino. A muchos cangrejos ermitaños les encanta su concha. 
 

domingo, 26 de febrero de 2017

Y un pepino

Foto: V. Aparici
¡Dios mío! ¿qué es esto? No claméis al cielo antes de hora, ni me consideréis un individuo escatológico.

Esto es un pepino de mar y aunque su nombre nos lleva a pensamientos vegetales, se trata de un animal.

Pertenece al grupo de los equinodermos de los que ya conocéis un erizo irregular. Este grupo tiene un esqueleto interno formado por placas como en erizos y estrellas de mar, pero las holoturias han reducido su esqueleto a piezas microscópicas que les otorgan un cuerpo muy flexible y elongable.

Normalmente los erizos son ramoneadores (pastan sobre las rocas recubiertas de algas) y las estrellas de mar predadoras, pero las holoturias se alimentan de detritos (como las lombrices de tierra).

Su boca está rodeada de tentáculos que va capturando arena y algún microorganismo que otro, mientras avanza reptando a velocidades que aburrirían a cualquier observador. 

En su interior digiere la materia orgánica que contiene el sedimento y expulsa los restos por el ano (estratégicamente situado al otro extremo del animal) formando cordones de arena envueltos con mucosa intestinal y que delatan todos sus recorridos.

Esta especie no he podido determinarla debido a su penoso estado, pero apostaría por una Holothuria tubulosa panza arriba.
 

jueves, 23 de febrero de 2017

Don Federico Albert Martí (1931-2005)

Uno es lo que es debido a la influencia de las personas con las que se cruza en la vida.

Algunos dejan más huella que otros y Federico Albert ha sido para mí un mentor y un amigo.

En el barrio de mis abuelos maternos había una tienda de ultramarinos que cuando cerró, dejaba tras de sí 125 años de historia. Al frente del negocio familiar, Federico, que heredó la tienda de su padre.


Era una persona amable, inquieta y un gran coleccionista de cosas: sellos, conchas, fósiles, llaveros, vitolas de puros y monedas. De estas últimas se hizo experto en reconocer falsificaciones antiguas de monedas romanas y las certificaba para muchos museos.

Fue socio fundador del Centro Excursionista de Castellón y de la Asociación Ibérica Numismática de Madrid, entre otras entidades.


Federico Albert Martí. Foto cedida por Federico Albert García
Estaba dotado de una gran paciencia y capacidad de observación y eso lo demostró cuando en los tiempos en que no existían fotocopiadoras, le dejaron un libro de geología y lo copió a mano dibujando incluso los esquemas y dibujos.

El ir a la EGB con su hijo Federico me abrió las puertas de su casa. Cuando él y su mujer Tonica, observaron mis aficiones naturalísticas, me adoptaron y mi adolescencia transcurrió recorriendo, junto a ellos, las playas de la provincia de Castellón y enseñándome a clasificar las conchas con su ejemplar del Parenzan.

Con tremenda paciencia observaba (con una gran lupa de pie, primero, y después con una lupa binocular que le prestaron del IES Francisco Ribalta) las pequeñas conchas marinas mediterráneas. Hacia su ficha y las guardaba en cajitas de plástico que compraba al por mayor. 

Con los años consiguió reunir una de las mejores colecciones de moluscos marinos mediterráneos del Levante español que a su muerte, su hijo me la cedió como albacea hasta poder encontrarle un merecido lugar.

En estos momentos, su hijo y yo, hemos entablado conversaciones para donar la colección a un museo y así que vea la luz tan tremenda colección. Eso sí, el Parenzan anotado por él y donado por su hijo y amigo, se queda en mi biblioteca del mar.

Gracias maestro.
  

viernes, 17 de febrero de 2017

Vértebras

Esto se encontró en 1989 en Les Rotes de Dènia a los pies del mítico Fresquito.

Foto: V. Aparici
Se trata de dos vértebras de delfín.

Son muy ligeras como en la mayoría de vertebrados marinos. Esto se debe a que el agua, al ser más densa que el aire, hace de soporte y no se necesitan huesos reforzados.

Foto: V. Aparici

Nosotros, animales terrestres, tenemos que aguantar nuestro propio peso y nuestros huesos están mucho más calcificados y por ello pesan muchísimo más.

Esto es un problema cuando, ballenas y delfines, se quedan varados o encallados en una playa. Al tener el cuerpo fuera del agua, sus costillas tienen que soportar todo el peso del animal y se aplastan sus pulmones, disminuyendo drásticamente su capacidad respiratoria.

En los años 90, comenzaron a registrarse muchos varamientos principalmente de delfín listado Stenella coeruleoalba y de delfín mular Tursiops truncatus y de otras especies de mamíferos marinos. La Universitat de València y la Generalitat Valenciana ya habían establecido una colaboración en 1988 que se amplió en 1990 para crear la Red de varamiento de cetáceos debido a la mortandad masiva de mamíferos marinos a la que hemos hecho referencia.

Normalmente los mamíferos y las tortugas marinas mueren ahogados al quedar atrapados en las redes, impidiéndoles alcanzar la superficie para respirar aire. Otra forma de muerte es al ser golpeados con el casco de una embarcación (atropellados, vamos).

En el caso que nos ocupa fue un virus el Morbillivirus, (DMV), el que añadió muchísimos más animales muertos que los fallecidos por las causa habituales ya mencionadas (y que siguen siendo demasiados).

Hoy en día, en la Comunitat Valenciana, si nos encontramos un mamífero o tortuga marina, varado o con problemas, solo tenemos que llamar al teléfono 112.

Por más que el corazón nos diga lo contrario, mejor no hacer nada más. Son animales salvajes y hay que saber manipularlos para no hacerles daño ni que ellos nos lo hagan.

Aquí os dejo un informe que os puede interesar.

 

lunes, 13 de febrero de 2017

Porexpan

Foto: V. Aparici
El Porexpan es una de las empresas más conocidas que fabrican el «corcho blanco» o poliestileno expandido (EPS).

El proceso de fabricación básicamente consiste en poner en contacto unas micro bolas de poliestileno con unos productos químicos que lo hacen crecer 50 veces su tamaño. Una vez tenemos las bolas expandidas, se introducen en un molde y por calor se unen adquiriendo la forma del molde.

Se trata de un producto muy versátil pero no se puede reciclar. 

Cuando se desmenuza con el tiempo o por acción del oleaje, se convierte en un peligro para la vida marina.

Por un lado, al ser ingerido, puede causar obstrucciones en el aparato digestivo de los animales marinos. Por otra parte, estas bolitas actúan como esponjas, absorbiendo gran cantidad de contaminantes que acaban también siendo ingeridas por animales marinos.


¡¡¡¡¡...Y nosotros nos los comemos!!!!!

En Estados Unidos muchas ciudades ya han prohibido su uso desde 2015. ¿Nosotros a qué esperamos?